las baldosas frías bajo los pies,
la desnudez limpia y natural,
el pelo sobre los hombros dibujando un contorno imposible.
La sonrisa traviesa de juventud trasnochada,
los ojos profundos y brillantes,
la tez casi tostada por el sol.
Al mirar al espejo una libertad de noches de luna llena,
películas de madrugada
y sábanas recién puestas.
Y al volver la vista atrás,
pasado envuelto en humo,
lágrimas secas en las toallas,
ojeras marcadas a fuego reflejo del cansancio.
Andaba descalza sobre las baldosas frías,
pero el corazón a salvo del naufragio
de sus aguas turbias.