Pasan los días y la arena no cae por el sinuoso
cristal del reloj,
atrapada en una jaula de dudas,
desvalijada la confianza y
destrozado el perdón.
Rendirse no es la opción,
dejar que deslies mis sueños,
desnudar mis fortalezas y perder.
Me aferro a las manos amigas,
a las palabras sabias,
a la soledad más cruel.
Me entrego a la canción del tiempo,
a una melodía lenta y acompasada.
Y ahí te dejo, con tus incertidumbres,
tus deshonras, tu no vida.
Odiar es para los cobardes,
es una mancha que oscurece el corazón,
yo quiero ser libre con mis verdades,
recoger mis trocitos de desgracia
y caminar sin mirar atrás.
Alguna vez aprenderás que el amor no se vende,
que los sueños no se pueden robar,
y que la Esperanza solo existe para quien sabe
encontrarla.