Te conocí una noche de diciembre,
cuando la luna fría anunciaba la llegada del invierno,
te vi reír y cantar como un niño,
te miré a los ojos y sonreí,
entonces te di permiso para abrirme el alma.
Rompimos el secreto de los cuerpos,
los labios rotos de ímpetu,
cambiamos a Morfeo por Eros,
y nos dejamos encontrar por el amanecer.
Ahora anhelo un tú aquí,
sin kilómetros de por medio,
sin llamadas y besos de despedida.
Espero como se espera un regalo,
con la ilusión de la primera vez,
con el deseo al filo de la lujuria,
con las manos sedientas de piel.
Me duermo contigo en un rincón de mi pensamiento,
me despierto contigo en el recuerdo de un sueño,
los días interminables me sentencian
sin merecerlo,
sólo quiero que esta pesadilla acabe,
y volver a tener mi cachito de cielo.
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