3 dic 2009

La duda




No sabía, no sabía, no quería decir sí, pero tampoco quería decir no.
Se levantaba cuando realmente quería sentarse,
reía cuando tenía ganas de llorar,
quería ser otro, tener otra vida, salir corriendo y dejarlo todo.
Pero eran demasiadas las dudas para cerrar los ojos y escapar,
aquella casa lo tenía atrapado, todos sus rincones, su foto aún reposando en uno de los estantes del salón lo miraba, lo miraba desde todas partes, se sentía pequeño como recién nacido, se habría acurrucado en el sofá abrazado a su cojín preferido, el de ella, y habría dejado pasar las horas como si nada.

Sin embargo tuvo el valor suficiente para levantarse, coger una maleta con algunas de sus pertenencias y tras de si, cerrar la puerta suavemente, una vez en el porche colocó esta vez sin dudarlo el cartel de SE VENDE.

18 nov 2009

Oda a mis pies




Mis pies, prolongación de mi cuerpo,
ellos que andan solos porque quieren llegar antes que yo,
mis pies siempre fueron viajeros, a veces demasiado arriesgados,
ellos saben cosas que no saben ni mis manos,
aquellos que un día me enseñaron a huir sin correr,
a mantener la gravedad en la tierra,
ahora van tranquilos dando pequeños paso hacia el mundo.

Tengo

Tengo la luna enjaulada,
un cojín de naranjas y manzanas,
un pijama de presidiaría,
un mantel de océano,
unas cortinas de cielo,
un oasis en el jardín,
tengo un duende en un jarrón y una
bruja en el salón,
tengo un te echo de menos en el sofá,
una sonrisa tonta,
un sueño sin Morfeo,
tengo un burro en los pies,
una guitarra sin ti,
una canción sin mi y solo me falta un poema.

13 nov 2009

Carta de agradecimiento



Me dirijo a ti, mi querido amigo y confesor, y te hablo de tú porque nuestra amistad se remonta a los años de mi adolescencia, para agradecerte todos los buenos momentos que me has hecho pasar. Por supuesto también para recordar a todos y no olvidar yo, que cuando las redes no habían invadido nuestras vidas y nuestras manos aún se colaban entre las teclas de una ruidosa máquina de escribir, tú me aguardabas en una vieja lata de Fanta entre lápices de colores, para que te acariciara entre mis manos y te hiciera protagonista de poemas catárticos y diarios que apenas podíamos leer solo nosotros dos, aunque también participaste en aburridos apuntes de física que de nada me sirvieron porque por supuesto lo nuestro eran las letras.

Quiero agradecerte que sigas ahí, observador que no abandonado, de mis noches de insomnio delante de esta pantalla, tu azul siempre será un símbolo melancólico de mis madrugadas alumbradas por una linterna debajo de las sábanas, y aún cuando quiero vestir de gala mis pensamientos te llamo muy bajito para que acudas a dibujar mis más preciadas letras, las que solamente tú puedes ver.

12 nov 2009

El piano y el caballo


Era una hermosa mañana de primavera y Sultán se encontraba reposando tranquilamente en su cuadra, después de un animado paseo por la dehesa la mejor recompensa era un cepillado y una buena ración de alfalfa. Por el aire volaba una melodía lenta que le motivaba aún más a relajarse, Sofía tocaba en su piano de pie los últimos acordes que había aprendido en la clase de hoy, por un momento paró, escuchó un relincho a lo lejos y se levantó de un brinco de su taburete, salió al jardín y rápidamente avanzó hacia las cuadras, no le hacia falta ver las crines del caballo que relinchaba para saber que era Sultán que desde sus aposentos le acompañaba al sonido de su piano.

Solo contaba con 5 años cuando Ankara, la yegua preferida de su padre, dio a luz a Sultán, tenía un pelo negro tan brillante que parecían reflejarse en él las estrellas, a Sofía le gustó ese nombre porque le recordaba al caballo del cuento del sultán y la esclava, que narraba la bella historia de amor entre estos dos, en éste el caballo, que era negro como la noche, salvaba a la esclava del malvado hermano del sultán que celoso había intentado secuestrarla. Era el cuento que más le entusiasmaba, sobre todo porque era el único momento en que su padre se sentaba a su lado para dedicarle parte de su valioso tiempo. Ankara murió en el parto y Sofía le cogió un afecto de madre adoptiva a Sultán, hasta el punto que se empeñó en transmitirle su amor por la música. Lo amarraba al lado del alfeizar de la ventana que daba al salón, donde ella tocaba durante horas el piano, para así sentir su compañía y a la vez él no se sintiera tan solo.

Y Sultán creció con la banda sonora de un piano, y bailo en miles de espectáculos por todo el mundo acompañado del sólo de Sofía con su piano de pie.

5 nov 2009

Manos



Son pequeñas pero con dedos largos,
las uñas de vez en cuando tambien largas
y cuando me siento bien, pintadas de rojo o marrón chocolate,
son mis manos, pero podrían ser las de cualquier mujer incluso las de cualquier hombre.



No quiero hablar de mis manos porque las conozco bien,
se lo que son capaces de hacer y a veces deshacer;
quiero hablar de unas manos pequeñas y rechonchas,
que apenas atinan a agarrar algo
y se aferran a mi dedo como si se les fuera la vida en ello.
Estas manos tienen unos dedos endebles y rositas que se pasan el día manchados de babas y restos de leche,
y se cierran cuando duerme en un gesto tan tierno que dan ganas de comérselas a bocados.



Son como mis manos hace años,
inocentes y tan cerca de la vida que da miedo tocarlas,
agarra el biberón con un gesto de propiedad semejante al de un tesoro,
aunque demuestra que es capaz aun no puede sujetarlo,
pero sí tira suavemente del cabello suelto de su madre haciéndolo suyo.

A veces me basta con poner una de estas manitas en mi cara para sentirme llena ,
porque son sencillas, inconscientes y sinceras,
y en ellas se encuentra toda la paz que no hay en el mundo.

Para Manuel.(el peque de la familia)

4 nov 2009

Otoño




Me acosté anoche en verano y me he despertado en medio del otoño,
de hojas secas y nubes cubriendo el cielo,
de pesadumbre en el alma,
de manga larga, y de calcetines.
Pero en mis macetas están saliendo flores
y yo quiero tener esa cara de flor recién nacida no de hoja amarilla caída en el suelo,
porque más allá de las nubes diviso un pedacito de cielo con un azul desvaído pero tranquilizador.


Me he levantado tarde y en medio del inevitable otoño,
Nilo se durmió con el murmullo del movimiento de las ramas de las palmeras,
a él no le importan los cambios de estación,
mientras su manta este ahí para tumbarse y mi mano para rascarle el lomo,
a él le sienta mal el ruido de los coches,
el timbre de la puerta y que lo encierren en la terraza mientras nosotros comemos,
realmente hay pocas cosas que lo perturben;
a veces quisiera ser él,
y revolcarme por el césped persiguiendo una naranja, así además no me daría cuenta de si llegó el otoño o no,
teniendo mi manta y una mano que me rasque el lomo.

3 nov 2009

La palabra




Estuve encarcelada en la palabra,
mi prisión atemporal,
intenté esquivar la desmotivación y el desasosiego,
y al final caí dentro de ella,
como en un embudo fui estrechándome hasta que acabé hecha silabas de confusos pensamientos.

A pan y agua he tenido que sobrevivir sin versos nuevos,
cayendo en un abismo de locura y en sequía de alegrías,
sin orden ni concierto las letras agolpadas en el techo del cerebro sin ni siquiera querer salir.

Hoy anochece un nuevo día pero libre de ataduras y mordazas,
la palabra viene conmigo, ya no me atrapa,
y la llevo por bandera en mis manos como palomas a punto de alzar el vuelo.

Un gran día






Me he levantado hoy como en uno de esos días en que todo da igual, hasta el azul del cielo me parece menos azul, tal vez por mi incesante necesidad de salir de este tedio insulso que me atrapa, hoy no es el día.

Estás más nervioso que cualquier mañana o a mi me lo parece, otra vez mi falta de paciencia, vas corriendo de lado a lado de la casa, cosa un poco desesperante contando que el largo del piso no mide más de 6 metros; me miro en el espejo del cuarto de baño mientras me mordisqueas los pantalones, ¿que misterio esconderán los bajos de mis pantalones para ti?. No he querido ver esa cara, pero inevitablemente estaba ahí, certera, para decirme una vez más que con ese color que llevas no te van a mirar ni las farolas.

Salgo a la calle, no, no salgo a la calle, mejor enciendo el ordenador, quizás zambulléndome en el ciberespacio descubra algo que no hay más allá de las puertas. Evidentemente no hay nada, no esperaba más que 300 correos cadena, 100 correos publicitarios y 2 ofertas de trabajo que nada tienen que ver con lo que soy o al menos quiero ser.

Se hace tarde, tarde para todo, para la comida, para bajarte, para ducharme, para llamarle, incluso para arrepentirme de no haber hecho más cosas esta mañana. Llega él, milagrosamente el almuerzo está preparado con no se qué ingredientes que encontré en el frigorífico. Se va como llegó, con su ilusión, sus palabras, sus quejas y sus besos y... me quedo sola con mi desilusión, mi silencio, mi conformismo y mis besos.

Son las 5 de la tarde y no paro de mirar el reloj, como si de un momento a otro se fueran derretir las manecillas y pudiera inventar el tiempo a mi antojo, pero no, pasan los minutos y sigo tumbada en el sofá, aferrada a un desasosiego inútil; caigo en la cuenta de que tengo algo que hacer. Me levanto como por un resorte y caigo directamente en la bañera, me persigues, me visto, me persigues, me peino, me persigues, te encierro en la terraza, ya no me persigues más.

Voy bajando la cuesta que lleva hasta el metro, lo escucho llegar, no me lo creo, lo pierdo, voy muy justa de tiempo, como siempre en mi vida, justa para todo, por qué no haré las cosas con más tiempo, mi enemigo, quisiera pararlo un momento, andar despacio, llegar, estar tranquila, y entonces avanzar un poco, pero sin prisas; al final tanto imaginar, lo pierdo.

Soy como el conejito de Alicia en el país de las maravillas “llego tarde, llego tarde”. La música ha dejado de sonar en el mp3 pero yo ni me dado cuenta, mi mente sigue enfrascada en contar los minutos y las paradas que quedan, mientras tanto el señor que se sienta a mi lado mantiene una animada conversación acompañada de sonoras carcajadas que más que animarme me pone de los nervios, y la chica que mastica chicle apoyada en la barra del centro parece haberse olvidado que su boca se abre y cierra con un gesto exageradamente grotesco, menos mal que: “din don din próxima parada Nervión” , las luces verdes de las puertas se encienden a la izquierda? no, a la derecha, me levanto, frena bruscamente el tren y casi mastico el chicle de la chica que apoyada en la barra central al menos ya no abre la boca. Salgo, subo, subo, salgo, estoy en la acera de enfrente, casi me atropella una bicicleta , me he quedado como una boba totalmente desorientada mirando de que lado de la calle estaba y en medio del carril bici.

Tengo la boca seca, los pantalones medio caídos, el chaleco remangado, los cascos en las orejas sin sonido alguno y el bono del metro en la mano, ando como si se fuera a acabar el mundo y mi conejito de Alicia sigue ahí “llego tarde llego tarde”, miro el reloj, te odio con toda mi alma robavidas!, milagrosamente son las 18:25. Entro por las puertas del parque, niños, madres, abuelas, perros, pareciera haber llegado la primavera en vez del otoño, entro y no veo a nadie, no se donde es, a quien pregunto, miro hacia un lado y veo a una chica morena de pelo corto delgada, debe ser ella, sí, es ella, la seguimos escalera arriba, entramos, muy acogedor el sitio, poca luz eso sí; pero tengo la impresión de que hoy terminara siendo un gran día.