¡El día que me quieras!
dijiste a
voz en grito,
mis ojos
ebrios y encorvados
miraron
para otro lado para no hablar,
para no
decirte tal vez una verdad,
para no
mostrar mi alma embaucada.
Desde el
sillón me mirabas y yo reía,
no me
preguntes porqué no hablé,
tengo miedo
de la profundidad de tus ojos,
tengo miedo
de mi locura.
Mi tinta
confiesa y desvela
mientras mi
cuerpo se revela...
No hay comentarios:
Publicar un comentario